La Virgen de los Dolores es para el Legionario el modelo de cooperación a la Obra Redentora de Cristo. La advocación “Virgen dolorosa” recuerda el camino de la Virgen, marcado por el sufrimiento, desde el nacimiento de Cristo en la pobreza de Belén hasta su muerte en la Cruz, y su sepultura. Enseña el sentido corredentor de su vida unida de manera singular al sacrificio de Cristo. Sólo así se entiende la expresión del evangelista: “Estaba junto a la Cruz su madre María”. Y así se entiende también el camino del cristiano y del Legionario como un vivir arrimados y unidos a la Cruz de Jesús.
La espiritualidad que está detrás de la devoción de los Legionarios de Cristo a la Virgen de los Dolores hace alusión al nombre original de la Congregación. Este se llamaba en un principio “Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de los Dolores”. Más tarde se cambió el nombre a Legionarios de Cristo; pero permaneció la misma espiritualidad. Esta se resume en la devoción al Corazón de Cristo, entendido como el centro de la persona del que proceden todos los tesoros de la salvación y de la gracia. Y en la devoción a lo que más ama el Corazón de Cristo: su Madre Santa. su Iglesia. La imagen de Cristo en la Cruz y de su madre al pie de la Cruz es el icono que expresa plásticamente la espiritualidad del Legionario. Se dice que el Legionario tiene tres amores: Cristo y María los dos primeros . Y la Iglesia, en tercer lugar.
La advocación Virgen Dolorosa expresa una espiritualidad evangélica, “sin glosa”. Fuertemente enraizada en la teología de la Cruz. Y al mismo tiempo es el factor materno que alienta al Legionario a la imitación de las virtudes de la Madre; y lo anima a la entrega intrépida a la misión, bajo la mirada maternal de María.
Otra práctica que expresa la devoción a la Virgen en su calidad de Madre del Cristo paciente es la secuencia de la misa de la fiesta: el himno latino “Stabat Mater dolorosa”. Un himno que forma parte del Manual de oraciones de la Legión, y se canta todos los viernes, junto con el “Angelus” de mediodía. Se trata de un himno muy popular; atribuido al monje franciscano Jacopone da Todi, s. XIII. En él se describe con mucho detalle la profundidad del dolor de la Virgen. Es un himno muy apto para la meditación de la Pasión de Cristo vista y sentida a través del dolor de la Madre.
Himno “Stabat Mater”. Traducción del original por Lope de Vega.
La madre piadosa estaba
junto a la Cruz y lloraba,
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma riste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
Oh, cuán triste y afligida
se vio la Madre escogida,
de tantos tormentos llena.
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara
y a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
piadosa Madre, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo
vio Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre;
Y muriendo al Hijo amado,
que rindió, desamparado,
el espíritu a su Padre.
Oh Madre, fuente de amor,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y porque a amarte me anime
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de su pena mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la Cruz, donde le veo
tu corazón compasivo.
Virgen de vírgenes santas,
llore yo con ansias tantas
que el llanto dulce me sea.
Porque tu pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su Cruz me enamore;
y que en ella viva y more,
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
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