Este mes celebramos la memoria de Santa Elena, madre del emperador Constantino, reconocida por su incansable búsqueda de la Santa Cruz y su profundo compromiso con los Lugares Santos. Gracias a su legado, es considerada hoy en día la patrona de los arqueólogos.
Aunque los detalles históricos sobre su vida no son abundantes, se cree que nació a mediados del siglo III y murió alrededor del año 330 d.C. Nuestro conocimiento sobre ella proviene principalmente de dos fuentes históricas: La Vida de Constantino, escrita por Eusebio de Cesarea, y la Historia Eclesiástica de Sócrates de Constantinopla, quien intentó continuar el trabajo de Eusebio.
Eusebio relata cómo el emperador Constantino mostró un profundo interés por la Tierra Santa, manteniendo una constante comunicación con el obispo Macario de Jerusalén. Aunque al principio Helena no aparece mencionada, al final de su relato Eusebio la presenta como mentora de muchas de las obras impulsadas en la región, incluyendo la construcción de iglesias en el Monte de los Olivos.
Es Sócrates de Constantinopla quien da forma más completa a la figura de la emperatriz en esta misión. Según su relato, guiada por visiones divinas, Helena emprendió un viaje a Jerusalén en busca del sepulcro de Cristo. Acompañada por el obispo Macario, encontró el el sepulcro de Cristo cubierto por una gran montaña de tierra, coronada por un templo pagano dedicado a la diosa Venus. Para Sócartes, es Helena quien ordenó la destrucción del templo y la excavación del lugar, donde fueron halladas tres cruces, junto con la placa que Pilato había colocado sobre la cruz de Jesús. En ese lugar, hizo construir una iglesia “magnífica” que llamó “Nueva Jerusalén”. Además, mandó edificar otras basílicas, como la de Belén y otra en el sitio de la Ascensión.
Después de estas obras, Helena permaneció en Jerusalén como miembro de la comunidad cristiana, dedicando su vida a la oración y al servicio, especialmente junto a otras mujeres. Según ambas fuentes, murió a los ochenta años, tras una vida de profunda piedad.
A pesar de que Sócrates ofrece un relato más detallado sobre el papel activo de Santa Elena, Eusebio la honra destacando su sabiduría y devoción. De hecho, es a ella a quien se atribuye el inicio de la tradición de peregrinación a los Lugares Santos. En palabras de Eusebio:
“Tan pronto como hubo rendido la debida reverencia al suelo que los pies del Salvador habían pisado, conforme a la palabra profética que dice: ‘Adoremos en el lugar donde se han posado sus pies’, legó inmediatamente el fruto de su piedad a las generaciones futuras.” (Vida de Constantino, Libro III, 42)
Hoy en día, Santa Elena es patrona de los arqueólogos por su incansable voluntad en la búsqueda del Santo Sepulcro y la identificación de la Santa Cruz, así como por su cuidado y veneración de esta como reliquia. Además, es recordada y admirada por todos aquellos peregrinos y miembros de la Iglesia que, gracias a su inspiración, sienten una fuerte conexión con la Tierra Santa.
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