En septiembre de 2009, durante una excavación de salvamento en el antiguo sitio de Magdala, una piedra tallada llamó la atención de los arqueólogos.
El edificio, construido en basalto y caliza, como era común en la región, parecía uno más del sitio, hasta que entre la tierra apareció la forma de una roseta sobre una pidera caliza. Pronto se descubrió que la piedra estaba aislada de la construcción y tallada por todos sus lados. Lo más sorprendente: una de sus caras mostraba una menorah, el candelabro de siete brazos que simbolizaba la presencia de Dios en el Templo de Jerusalén.
Ese hallazgo fortuito transformó la percepción del lugar. No era un edificio cualquiera: se trataba de una sinagoga del siglo I.
El poder del arte quedó claro. Siglos después, la llamada Piedra de Magdala, que fue encomendada y colocada en este lugar de reunion (Bet Kneset o sinagoga) sigue transmitiendo un mensaje: este espacio fue especial, marcado con elementos de identidad y continúa hablándonos hoy.
En estos 16 años, numerosos estudios y publicaciones han surgido, y lo que hace años era excepcional o "un nuevo descubrimeinto", hoy ya es un hecho entendido y aceptado. Sin embargo, muchas preguntas siguen abiertas y las teorías sobre este espacio no estan unificadas: ¿cuál era la función exacta de la piedra? ¿Qué significado tenía para la comunidad de entonces? ¿Quiènes se reunían en este esapcio? Aunque no hay consenso entre los arqueologos y académicos, algo es indiscutible: el arte - independientemente de su época- comunica y da identidad a los lugares.
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