Un camino de humildad y gozo

“Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.”

Mariana Oliva

|

27 de mayo, 2025

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“Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.”

Mariana Oliva

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Vida Espiritual
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Un camino de humildad y gozo

Como voluntaria en Magdala, una de las experiencias más enriquecedoras que he vivido es descubrir y experimentar la humildad dentro de un círculo virtuoso: la humildad del Señor que conduce al gozo, y ese gozo que, a su vez, nos devuelve a la humildad. Es un movimiento constante que transforma el corazón y nos invita a crecer en la entrega y el amor hacia los demás.

La humildad, más que una simple actitud, es un desprendimiento profundo de uno mismo. Es liberarse del ego, soltar las seguridades que nos atan y vaciarse de orgullo para poder llenarse verdaderamente de amor, caridad y servicio. Es un acto valiente porque implica reconocer nuestras limitaciones y aceptar que no somos el centro, sino que Dios es el núcleo de nuestra vida. Esta apertura sincera del corazón es la que nos permite experimentar un gozo auténtico, un gozo que no es superficial ni pasajero, sino uno profundo, pleno, que sacia el alma y la llena de paz. Es un gozo que no proviene de las circunstancias externas ni de los logros personales, sino que solo Dios puede dar.

Una de las frases que más me conmueven y que mejor refleja esta realidad es la que encontramos en el Magnificat:

“Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.”

Estas palabras de María nos muestran cómo ella, con su vida entera, fue un ejemplo vivo de humildad y confianza plena en la voluntad de Dios. Su cántico no es solo una canción de alabanza, sino también un testimonio de cómo aceptar con humildad la obra de Dios, incluso en medio de la incertidumbre y las dificultades.

El Magnificat revela una alegría profunda que no depende de lo externo. María, seguramente, atravesaba momentos de temor y angustia: el peso de una misión tan grande y la incertidumbre sobre el futuro. Sin embargo, su corazón permanecía firme y confiado porque sabía que Dios estaba obrando algo grande en ella. Esta confianza es un llamado para todos nosotros: aprender a entregar nuestra vida sin reservas, confiando en que Dios es fiel y que su plan es perfecto, aunque a veces no lo comprendamos completamente.

La confianza en Dios que María nos enseña es la certeza de que, aunque nuestro entendimiento es limitado y nuestra capacidad humana es pequeña, podemos vivir en paz y alegría cuando nos entregamos completamente a Él. Esa entrega nos libera de la ansiedad y el miedo, y nos abre a una vida nueva, marcada por la esperanza, la fe y el amor.

En Magdala, tener la oportunidad de vivir esta experiencia espiritual, de encontrarme con María y aprender de su ejemplo, me ha transformado profundamente. Ella me guía en la oración, me enseña a confiar más en Dios y a someterme con humildad a su voluntad, confiando en su bondad y misericordia. Este camino de humildad y gozo es un regalo que quiero compartir, porque sé que es el camino hacia una vida plena y verdadera, llena de sentido y paz interior.

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