Se trata de una devoción que está en el Centro de la vida Cristiana. Forma parte de la gran trilogía litúrgica que celebra la Iglesia después de la Solemnidad de Pentecostés: Santísima Trinidad, Corpus Christi, y Sagrado Corazón.
Solemos hablar de “devoción” al Sagrado Corazón. Sin embargo no es una devoción entre muchas. Hablamos de devoción a un santo, a la Virgen, a una práctica de piedad, como el rosario, o el vía Crucis… La devoción al Corazón de Cristo está un orden diferente. Es el propio tributado a la Segunda Persona de la Trinidad. El corazón, representa la Persona misma de Cristo. Se trata, no de una devoción, sino de un culto de la divinidad, que la Iglesia llama culto de “latría”.
Los Papas, sobre todos los últimos, han hablado frecuentemente de esta devoción, fijándose cada uno en algún aspecto especial de la misma. León XIII, de quien toma el nombre el actual Papa, escribió la primera carta encíclica Annum sacrum en 1899, sobre la devoción al Sagrado Corazón. La ocasión fue la consagración de toda la humanidad al Corazón de Jesús. En 1928, Pío XI, en la Miserentissimum Redemptor, se centra en el aspecto de la debida reparación al Corazón de Cristo herido por nuestros pecados. Pío XII, en 1956, ofrece a la Iglesia una hermosísima y doctrinalmente densa carta encíclica, Haurietis aquas, en la que profundiza la base teológica de la devoción al Sagrado Corazón, puesta en duda por algunos autores y círculos católicos. El Papa Francisco, en “Dilexit nos” (2024) presenta el Corazón misericordioso de Cristo como una llamada a abrirnos a las necesidades de los más pobres, y marginados de la sociedad.
La devoción tiene un firme fundamento evangélico. San Juan refiere en su evangelio que un soldado le atravesó el costado con una lanza. “Y al punto, anota el evangelista, salió sangre y agua”. Lo cual, “sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: “fijaran su mirada en el que traspasaron”. Los Padres de la Iglesia casi unánimemente ven simbolizado en el costado abierto del Salvador el nacimiento de la Iglesia. Es común, también, a los Padres la identificación del costado abierto del Salvador con los sacramentos del bautismo y la eucaristía.
En la devoción al Sagrado Corazón fueron instrumentos providenciales dos santos religiosos: Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), monja de la Visitación en el convento de Paray-Le-Monial, Francia. Y el sacerdote jesuita, San Claudio de la Colombière, director espiritual y confidente de la Santa. Con el paso del tiempo, en 1856, el Papa Pío IX estableció la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús como obligatoria para toda la iglesia de Rito Romano, que debía celebrarse el viernes siguiente a la Octava de la Fiesta del Corpus Christi.
La Compañía de Jesús asumió como propia la causa de la propagación de la Devoción al Corazón de Jesús. En 1883 la Compañía declara que “acepta y recibe con un espíritu desbordante de gozo y de gratitud, la suave carga que le ha confiado nuestro Señor Jesucristo de practicar, promover y propagar la devoción a su divinísimo Corazón”. En diciembre de 1871 el P. Beckx, Superior General de los jesuitas, consagra la Compañía al Sagrado Corazón de Jesús. En 1972, el P. Pedro Arrupe, Superior General de la Compañía de Jesús, casi cien años después del P. Beckx, repite el acto de consagración de la Compañía al Corazón de Cristo.
El Regnum Christi, y en especial los Legionarios de Cristo, nacieron en una época y en un país de honda raigambre católica; La devoción al Sagrado Corazón, y a la Virgen de Guadalupe, siempre han estado en el centro de la piedad popular mexicana. Los Legionarios desde un principio asumieron una espiritualidad deudora de la ignaciana, centrada en el conocimiento, amor e imitación de Cristo; con la práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, y la formación académica en centros de la Compañía.
Elementos distintivos de la devoción al Sagrado Corazón en el Regnum Christi, son, en primer lugar, el aspecto Cristocéntrico de la misma, basado en el conocimiento, amor e imitación de Cristo, cuyo Corazón es la sede de dicho amor. Podríamos llamar a este aspecto de la devoción el lado contemplativo. Un segundo elemento, el activo, consiste en la misión de emplearse a fondo cada miembro del Regnum Christi para hacer que Cristo reine en el corazón de los hombres y en el mundo. La formación que recibe un miembro del Regnum Christi debe tender a lograr el fin específico de hacer de la vida un seguimiento y una transformación en Cristo, de modo que se pueda decir de cada miembro del Movimiento, lo que decía San Juan Crisóstomo de San Pablo: “corazón de Pablo, Corazón de Cristo”.
Descubre más artículos de esa categoría