Cuando a principios del s. IV el cristianismo dejó de ser religión ilícita, un rio de gente comenzó a fluir hacia Tierra Santa. Estos primeros peregrinos estaban ávidos de encontrar y venerar los lugares relacionados con el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo. La misma madre del Emperador Constantino, Santa Elena, hizo construir las magníficas basílicas de la Natividad, del Santo Sepulcro y de la Ascensión.
A finales del s. IV, una monja de Galicia llamada Egeria vino a recorrer todo el Medio Oriente. Buscaba los lugares de la Biblia, y en su diario consignó por escrito todos los detalles de su viaje. Desafortunadamente, algunas partes de su obra se han perdido, y entre ellas, la que habla del Lago de Galilea. Es cierto que algo de esto se ha podido recuperar gracias a que Pedro el Diácono, un monje medieval de Montecasino, utilizó abundantemente el diario de Egeria para componer un libro sobre Tierra Santa. En la obra de Pedro los estudiosos han podido identificar algunos párrafos de la monja gallega en los que describe la casa de Pedro en Cafarnaún y la Iglesia de la multiplicación de los panes en et-Tabga. Pero de Magdala, ni una palabra.
¿Visitó Egeria Magdala y hemos perdido su descripción, o es que en esa época no había allí nada específicamente cristiano y por eso ni siquiera la visitó? Mucho me temo que tendremos que encontrar el manuscrito completo de Egeria para hallar respuesta. Mientras tanto, nosotros seguiremos escuchando a los peregrinos que vinieron después.