Por Nicole Chuey
Mi nombre es Nicole Chuey Mendoza y tengo 22 años. Vine a Magdala con el propósito de realizar mis prácticas profesionales como estudiante de la Licenciatura en Gastronomía. Soy originaria de Tampico, Tamaulipas, México y realizo mis estudios en Le Cordon Bleu IEST Anáhuac.
La oportunidad de venir surgió de manera inesperada, sin planear, sin pensarlo. Las cosas sucedieron de manera tan rápida que parecía irreal. Emocionada por una experiencia internacional, dije “sí” sin mirar atrás, resolviendo cualquier obstáculo que pudo haberse presentado.
Al llegar, experimenté el encuentro con una cultura totalmente distinta. Descubrí que Israel es el centro convergente de diferentes idiomas, ideologías, costumbres y tradiciones. Mientras el inglés era mi segundo idioma, para los locales ésta era su tercera lengua siendo el árabe y el hebreo su primera y segunda. Por otra parte, me surgió la oportunidad de desarrollarme en un área en la que jamás pensé que podría trabajar. Realicé mi primer mes en Magdala ofreciendo mi servicio y conocimientos en en la recepción de la Casa de huéspedes.
Sin embargo, conforme la situación de la pandemia del COVID-19 empeoraba, Israel decidió cerrar sus fronteras y nos vimos forzados a enfrentar la realidad. Era necesario tomar una decisión: regresar a casa o permanecer en Israel cumpliendo la cuarentena y vivir con la incertidumbre de lo que pasaría. La resolución era clara: me sentía llamada a quedarme, pues mi propósito en Tierra Santa aún no había concluído.
Hace ya varios años que me enfrenté a un discernimiento de mi fe. Me había acomodado en un agnosticismo, pero mi alma seguía buscando a Dios. Mi primer encuentro con Él fue precisamente en la oración, donde hallé mi refugio ante las preocupaciones en los momentos más difíciles y de mayor ansiedad. Entonces, Él me llenó de su paz, y sembró en mí una sed exhaustiva por conocerle. Varios maestros y amigos me ayudaron en mi camino, me prepararon para encontrarle cara a cara. Fue aquí donde sembré mis raíces y me adentré en lo profundo. Así como la samaritana, Jesús me ofreció del agua de vida eterna y sació mi sed. En su amor pude ver qué dichosa soy de ser parte de la creación de Dios y cómo mi vida había sido planeada con tanto detalle desde el inicio de los tiempos. Dios había planeado esta cuarentena para conocerlo y amarlo. A través de Él, pude también encontrarme a mi misma y pude definir quién soy yo: Su hija.
En esos tres meses de cuarentena experimenté tres cosas esenciales. En primer lugar, pude descubrir y crecer en mi espiritualidad. Viví por primera vez la Semana Santa, fui bendecida con la oportunidad de participar en un curso de sanación y, como si no hubiera recibido ya tanto, Dios me concedió la dicha de encaminarme en una peregrinación por los lugares Santos. Por otra parte, estuve rodeada de padres, consagradas y voluntarios increíbles que propiciaron un ambiente de amor sin límites hacia Jesús. Conocer a jóvenes que predicaban sin miedo ni pena su fe, me inspiró para darme cuenta qué he sido elegida para también llevar a otros su palabra y dejar que ésta los transforme como me transformó a mí. Junto a ellos, también tuve la gran alegría de formar un pequeño coro y desarrollar a través del canto una forma única y hermosa de alabanza. Finalmente experimenté un cambio total en mi persona. La cuarentena fue un momento de introspección para conocerme y valorar cada uno de los dones y gracias que Dios me ha concedido para poner al servicio de los demás, como también todas aquellas áreas de mejora que requieren de trabajo y de fe.
Miro hacia atrás y veo con claridad cada una de las veces que, con claridad, Jesús me mostró el camino. En ningún ámbito había estado en mis planes venir a Tierra Santa, pero he descubierto que mi estancia aquí siempre había estado en los planes de Él. Magdala es significativamente un lugar de encuentro, sanación y transformación llevada de la mano de Jesús. Llegamos aquí para darnos cuenta de lo amados que somos y de la dicha que tenemos de, al llegar a casa, poder transmitir a quienes nos rodean ese amor con nuestra persona entera transformada.