Los evangelios nos dicen de María Magdalena que Jesús la liberó de siete demonios, que ella lo seguía y lo ayudaba con sus bienes (cf. Lc 8, 1-2), que estuvo al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), y que fue la primera que vio al Señor resucitado (cf. Jn 20, 11-17). Nada más.
Ante la escasez de datos, muchos autores a lo largo de los siglos dieron rienda suelta a la imaginación para rellenar las lagunas: de cualquier pecadora que aparecía en los evangelios se decía que era la Magdalena, y lo mismo de toda mujer que ungía a Jesús. Como María de Betania también ungió a Cristo, se concluía que la hermana de Marta y Lázaro no era otra que la misma Magdalena. Todas estas conjeturas pueden ser muy satisfactorias para nuestra curiosidad, pero desde luego no tienen nada de seguro. Por eso es muy interesante que el papa Francisco haya decidido establecer una celebración litúrgica para santa María de Betania (junto con sus hermanos Marta y Lázaro), y otra diferente para la Magdalena.
De este modo, en vez de perder el tiempo haciendo suposiciones e inventando novelas sobre santa María Magdalena, la Iglesia nos invita a leer con más atención los evangelios y recordar la Magdalena como quien verdaderamente es: la primera testigo de la resurrección y a quien Cristo encargó anunciar la buena nueva a los apóstoles. Por eso la llamamos la apóstola de los apóstoles. ¡Nada más… ni nada menos!
Por el P. Cristóbal Villaroig, L.C.