Magdala en la historia
El año 66 de nuestra era los judíos se rebelaron contra Roma. Josefo, un sacerdote judío, tenía cerca de 30 años cuando asumió el mando de los rebeldes en Galilea. Para preparar el país a la guerra, fortificó las principales ciudades, entre ellas la famosa Tariquea, o sea, Magdala.
Pero antes de afrontar a los Romanos, Josefo tuvo que lidiar con otros judíos que no lo querían a él como jefe —los de Magdala no, que siempre le fueron fieles—. En cierta ocasión la ciudad de Tiberiades tramó un complot él, pero Josefo se enteró y se le ocurrió una idea. Una noche pidió a todos aquellos habitantes de Magdala que poseían una barca, que, con una antorcha encendida, le siguiesen por el lago hacia Tiberiades. Cuando los tiberienses vieron acercarse a Josefo con aquella “armada” —por la oscuridad no se dieron cuenta de que eran solo pescadores—, se asustaron tanto que fueron a recibirlo pidiendo clemencia. Pero este, antes de que se dieran cuenta del truco, los amonestó severamente, y les exigió que le entregasen a diez jefes de la ciudad. Con estos como rehenes, Josefo regresó a Magdala seguro de que los tiberienses ya no le molestarían más.
Poco después, luchando en la ciudad de Jotapata, Josefo cayó en mano de los romanos. Siendo prisionero, un día profetizó que general de las tropas romanas, Flavio Vespasiano, llegaría a ser emperador. A Vespasiano le cayó tan en gracia aquel sacerdote guerrillero y profeta, que no solo lo dejó con vida, sino que lo hizo su amigo. En honor del futuro emperador de Roma, Josefo asumió el nombre de Flavio, y acabaría sus días viviendo cómodamente en la Ciudad Eterna.