La pasada peregrinación virtual en la fe despertó mi alma. Mi corazón ha podido reflexionar sobre todo lo que escuchamos y vimos juntos durante estos 50 días, “glorificando y alabando a Dios” (Lucas 2, 20).
Hace muchos años, me convencí de que las peregrinaciones pueden ser poderosamente transformadoras cuando ciertos elementos esenciales se juntan: historia, cultura, arquitectura, arte, belleza natural, tiempo de silencio y reflexión, oración… entre otros. Estos elementos suscitan profundas preguntas inevitables: ¿Quién es Dios?, ¿quién soy yo?, ¿cuál es mi vocación?
Paloma mía, en las grietas de la peña,
en lo secreto de la senda escarpada,
déjame ver tu semblante,
déjame oír tu voz;
porque tu voz es dulce,
y precioso tu semblante.
(Cantar de los cantares 2, 14)
Dios me llama Su amiga y me pide ver mi rostro y escuchar mi voz. Me encuentro amada y siento que me busca, llamándome del abismo de mis miedos y egoísmos. Así como llamó a Abraham, me llama a mí a seguir adelante, no solo a ser bendecida por Él, sino a que, a través de mi respuesta, muchos otros puedan ser bendecidos también. ¡Esa soy yo!, ¡quien Él me ha pedido que sea!
Atravesando el Monte Moriá, por donde Abraham e Isaac subieron, tocando la piedra del sacrificio de Isaac, dentro del Domo de la Roca, y mientras rezaba el Salmo 18, resonaron dentro de mí los sentimientos de Abraham de hace aproximadamente 4000 años:
El Señor es mi roca y mi castillo y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré;
Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Dios reveló quién es, quién ha sido y quién será siempre. Este encuentro entre Abraham, Isaac y el Señor, impactó profundamente mi corazón en la misa de Pascua al final de la peregrinación, mientras estaba de pie frente de la tumba de la Resurrección. ¿Qué dice esto sobre Dios con las palabras del Cantar de los Cantares?
Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable.
Tal es mi amado, tal es mi amigo,
Oh doncellas de Jerusalén.
(Cantar de los Cantares 5, 16)
¡Él esta vivo! ¡Él es amor y ha abierto la vida eterna por mí! Esta peregrinación trajo a la vida muchos lugares de salvación en mi alma pero, más importante, renovó mi experiencia de que el Señor es mi amado, mi amigo. Me desafía a dejar que escuche Su voz y vea Su rostro en una intima oración diaria.